Jorge Amado, publica en 1996, en una editorial barcelonesa, su obra
'Tieta de Agreste'.
Un genuino complot contra el cliché de las buenas costumbres.
Un altísimo nivel erótico donde la transgresión se legitima por su belleza.
En mis años de lector no he hallado pieza comparable al inicio de este libro.
A continuación:
" Silencio y soledad, el río penetra mar adentro en el océano sin límites bajo el cielo despejado, el fin y el principio. Dunas inmensas, límpidas montañas de arena, la niña corriendo como una cabrita hacia lo alto, en el rostro la luz del sol y el zumbido del viento, los pies leves y descalzos, poniendo distancia entre ella y el hombre fuerte, con el vigor de sus cuarenta años, que la perseguía.
Resoplando, el hombre sube, con el sombrero en la mano para que no se lo lleve el aire y se pierda. Los zapatos se entierran en la arena; el reflejo del sol le ciega los ojos; agudo filo de navaja, el viento le corta lapiel; el sudor corre por todo su cuerpo; el deseo y la rabia:
-¡Cujándo te coja,leche, te acorralo y te mato!
La niña se vuelve y mira, calcula la distancia que la separa del vendedor ambulante, con el miedo y el deseo en sus ojos:-Si me coge, me penetra -se estremece espantada-; pero, si no espero, desiste. ¡Ah! eso no, no puedo permitirlo, aunque quiera, pues ha llegado el momento".
El hombre también se detiene y habla, grita palabras que no llegan a la niña, perdidas en la arena;arrastradas por el viento. Ella no le oye; pero adivina y responde:
-¡Beee! -Así balan las cabras que ella apacenta.
El desafío golpea la cara, penetra en los testículos del vendedor ambulante, recupera sus fuerzas y avanza. La niña espera.
Allá atrás, el río; enfrente, el océano:los ojos adolescentes recorren y dominan el paisaje desmedido. En aquel momento de espera, de ansia y de angustia, la niña se fijó en la memoria la deslumbrante inmensidad de la cama de novia que le correspondiera. Del otro lado de la desembocadura, la bellezade la playa ancha y lisa del Saco, en mar de aguas mansas, en el Estado de Sergipe,la pequeña aldea de pescadores, con almacén, capilla y escuela, un villorrio. Lo opuesto a los montículos monumentales donde ella se encuentra, invadiendo las aguas, el espacio del mar, contenidos por el oleaje en furia guerrera. Aquí, el viento deposita diaria cosecha de arena, la más blanca, la más fina, elegida a propósito para formar la playa singular de Mangue Seco, sin comparación con ninguna otra, aquí donde el Estado de Bahía nace en la convulsa conjunción del río Real con el océano.
Docena, docena y media de viviendas provisionales, cambiándose al sabor del viento y de la arena que los invade y entierra, morada de los pocos pescadores que habitan en este lado de la desembocadura.
Durante el día, las mujeres pescan cangrejos en el cenegal, mientras los hombres lanzanlas redes al mar. A veces, parten a una pesca milagrosa, audaces, cruzando las enormes olas, altas como dunas en los únicos barcos capaces de enfrentarlas y proseguir mar adentro, al encuentro acordado con barcazas y veleros, en noches de oscuridad, para el desembarco de contrabando.
El falso buhonero viene en la lancha de motor a recoger las cajas de bebidas, de perfumes, los fardos de seda italiana, de Cachemira e hilo inglés y otras clases, y a efectuar el módico pago, dinero para la harina, el café, el azúcar, el aguardiente y el tabaco para liar pitillos. De vez en cuando, trae una vagabunda en la lancha y, mientras las cajas y los faros son transportados a las casuchas, va a despacharla a las dunas, sobre las hojas de los cocoteros para aprovechar el tiempo. El hombre es un garañón; los pescadores le aprecian. ¿ Acaso en más de unaocasión no les acompañó en las barcazas, indiferente al oleaje, hasta la alta mar de navíos y tiburones?.
La niña deja que el hombre se acerque mucho, y sólo entonces escapa arena arriba y, desde lo alto, nuevamente lanza la exigente y asustada llamada de las cabras. No conoce otra expresión de amor, otra palabra, otro sonido. Aquel mismo día lo había oído lanzar a la cabrita en el primer celo, cuando el macho cabrío Inácio, padre del rebaño, se dirigió hacia ella, balanceando la perilla y los testículos colgando. Después, apareció el vendedor ambulante y la niña aceptó la invitación para el paseo en lancha, veinte minutos de río, cinco de mar agitado y el esplendor de Mangue Seco. ¿ Cómo resistir,contestar gracias, pero no voy?. Mentira: no la había seducido el paseo en el ríio, la travesía del trecho de mar; ni siquiera las dunas tan queridas desde la infancia. La niña no intenta disculparse.Había rehusado invitaciones anteriores, pero el buhonero le tenía echado el ojo desde hacía tiempo. Esta vez, ella dijo vamos, sabiendo adónde iba. Sin embargo, cuando siente la manopesada del hombre sujetarle el brazo, el miedo la invade por entero, de la cabeza a los pies. No obstante, se contiene, y no intenta huir.
El hombre la derriba sobre las hojas de los cocoteros, le levanta la fala y le arranca las bragas, un trapo sucio. De rodillas sobre ella, entierra el sombrero en la arena para que no se le vuele y se pierda;luego se abre la bragueta. La niña le deja hacer, pues desea que él lo haga. Ha llegado el tiempo para ella, como para las cabritas la hora temida y deseada, la hora implacable del bode Inácio, con los testículos casi arrastrándose por el suelo de tan grandes. Había llegado su hora,¿ acaso no le corría ya la sangre entre los muslos todos los meses?.
En las dunas de Mangue Seco, Tieta, pastora de cabras, conoció el gusto del hombre,mezcla de mar y de sudor, de arena y viento.Cuando el buhonero la derribó, igual que la cabrita lo fuera horas antes, ella gritó. De dolor y de contento."
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1 comentario:
La imaginación permite que al leer, uno vaya delineando en la mente los lugares, las sensaciones, los sabores, los dolores.
Pero "Tieta" no puede leerse igual antes y después de ver las dunas de Mangue seco. Después de sentir el calor abrasador de ese sol. Después de ver las casuchas rodeadas de calles de arena. Después de escuchar contar al conductor, señalando un lugar: "los sábados, alí, bailamos forrò".
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