miércoles, 6 de agosto de 2008

EL ARTE DE PERDER TIEMPO

EL PAISAJE Y EL ARTE DE IR MURIENDO.
( Héctor Tizón ):

" La historia de la civilización ha sido también la historia de la degradación de la naturaleza y del paisaje, y paisaje es lo que se ve en la comarca, en el pago o el país o sea que 'pago' no es otra cosa que visión de los paisanos.
Esa etimología oculta es quizá a lo que aludiera el Cuchi Leguizamón cuando afirmaba que por más esfuerzos que uno hiciera, jamás lograría contagiar a un extraño venido a estos lugares ( o que ellos verdadera y esencialmente significan).
Para los campeones de lo urbano -ya lo recordaba Thoreau. el hombre sólo puede ser objeto de consideración como miembro de la sociedad y no como habitante o parte constitutiva de la Naturaleza.
El tiempo libre no puede ser comprado ni siquiera con la mayor de las riquezas, sólo puede ser alcanzado pñoraquellos que han dado cumplimiento casbal de las enseñanzas: abandonar padre y madre, hermano y hermana, esposa, hijos y amigos, y no volverlos a ver nunca y pagaron sus deudas,hecho testamento y puesto en orden todos sus asuntos.
Sólo entonces se estará en condiciones de ser un hombre libre, capaz de cultivar el arte de perder el tiempo, y sólo quien posea este arte será capaz de ver con ojos inocentes el cielo y la tierra que lo rodean.
Bien entrada la tarde, llegó un día, hace ya mucho tiempo, el Cuchi Leguizamón a mi casa de Yala. Mi hijo Ramiro, preparó una caipiriña-manualidad adquirida vagabundeando por el Brasil-que el Cuchi y sus acompañantes celebraron. Venían de visitar a la viuda de un viejo caminante y amigo que había muerto helado cuatro meses antes mientras intentaba escalar la cumbre del vecino Chañi. Aquel amigo, que halló la muerte a su gusto y semejanza, había vivido los últimos veinte años de su existencia en estas tierras altas, desiertas, barridas por los vientos en las tardes. Abandonó su bienestar en la ciudad, sus diplomas, su club y sus amantes, y se largó a caminar sin querer instalarse mucho tiempo en ningún lado.
'En Salta' -dijo el Cuchi' se han detectado cuarenta y siete clases sociales, pero él no escajaba ni se sentía a gusto en ningúna, y se fue.'
Allí, en el desnudo páramo,bajo un cielo indiferente, atormentado pero silencioso, pálido y claro como un alto sudario, no hay lugar para la ambición o las esperanzas desmedidas; los viejos saben con certeza, sin énfasis ni aspavientos, ni penas, cuál será el lugar, ya muy cercano, a dónde se detendrán sus huesos, y los jóvenes llevan en la mente, aunque no en el corazón, la muerte o el destino de emigrar.
Cuando el paisaje es imponente a uno se le desarrolla otra habilidad por añadidura el arte de estar tumbado, a la sombra y a la resolana.Allí uno se hace más consciente del cielo, de la redondez y del movimiento de la tierra,dela transparencia del aire y del leve rmor de la brisa, del horizonte monocolor y de la apacible lentitud del tiempo inexorable.
'En definitiva' dijo esa tarde el Cuchi- 'los lugares son personas, sólo que viven más'.
¿ Los cuerpos, las casas, las montañas, son reales o sólo son vibraciones?= ¿ o todo, como postulaba Hegel, es artimaña de la razón ?.
Pero existe la mirada de los niños, estupefacta y envejecida por la miseria, y sin embargo los que habitan esta tierra la aman porque está abonada con los huesos de sus padres.
Nadie puede huir del propio paisaje, de aquello que por primera vez vieron sus ojos al nacer. De ese juego de luces y de sombras que es la esencia del arte y del deseo."

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